La puerta principal de la Tierra del Norte se alzaba ominosamente ante ellos, y era una formidable barrera de piedra y hierro, incrustada con capas de escarcha que brillaban en la luz tenue. Se erigía como un imponente testimonio de la dureza de la tierra, vigilada por la patrulla del Alfa.
Los guardias, envueltos en pieles gruesas para protegerse del frío cortante, tenían un aspecto sombrío y endurecido, a pesar de observarlos desde lejos.
Su aliento se elevaba en una bruma pálida, con los ojos vigilantes e inflexibles mientras escudriñaban el horizonte.