Simón se apresuró hacia Finnian y Luca, que finalmente pudieron recuperar el aliento después de la intensa batalla.
—Lo siento por tardar tanto —dijo, ligeramente sin aliento él también—. Esta fortaleza es un laberinto, y no pude encontrar a nadie a tiempo. Pero traje suficiente agua para los dos. —Sacó de la bolsa colgada sobre su hombro, entregándoles frascos de agua que había tomado de la cocina.
Sus ojos los examinaron rápidamente en busca de heridas. —No están heridos, ¿verdad? —Aunque tenían algunos cortes menores, nada parecía lo suficientemente grave como para causar alarma.
Las heridas sanarían rápidamente una vez tuvieran la oportunidad de descansar.
—¿Están bien ustedes dos? —preguntó Donovan, su voz cortando el aire, aunque su atención se mantuvo fija en el demonio que se debatía—. Resguárdense por ahora, yo me encargaré de la situación desde aquí.