¿Me has curado?

—¡Guardias! ¡Alguien! ¡Por favor!

La voz de Esme resonó, temblando de desesperación mientras miraba alrededor de la cámara tenue. El pánico fluía por sus venas, pero las sombras no ofrecían ninguna respuesta en absoluto—ningún guardia, ninguna ayuda.

Su mirada cayó en el niño derrumbado en el suelo, inconsciente y completamente inmóvil. Tragando su miedo, Esme se arrodilló a su lado. Se quitó su chal y cuidadosamente lo dobló, poniéndolo debajo de su cabeza como un cojín improvisado. Era todo lo que podía ofrecer en ese momento, aunque no tenía conocimiento real sobre cómo cuidar a alguien en tal estado.

Inclinándose más cerca, posicionó su oído cerca de su boca y nariz, esforzándose en detectar incluso el más leve aliento de él. Su pecho se elevaba tan sutilmente que era casi imperceptible, y su inmovilidad era más inquietante que el silencio que se cernía alrededor de ambos.