Después de que Lennox llegara al estudio que ahora le pertenecía desde la muerte de su padre, abrió la pesada puerta de madera y entró.
La habitación, con su decoración real, que una vez fue símbolo de la presencia dominante de su padre, ahora soportaba el peso de su propia inexperiencia.
Con un gesto compuesto, invitó a Lady Arabella a unirse a él. Ella entró en silencio, sus pasos ligeros contra el suelo pulido.
Su cabello azul estaba recogido en una cola de caballo sencilla, el estilo simple acentuaba su actitud tranquila. Su expresión era ligera y compuesta, pero su penetrante mirada se demoraba en Lennox.
Las sombras oscuras bajo sus ojos delataban su agotamiento. Claramente, las cargas de gobernar un reino a tan temprana edad estaban grabadas en sus rasgos, un testimonio no dicho del estrés que llevaba.