Lo que Donovan había visto antes ya no importaba. En el momento en que los labios de Esme se encontraron con los suyos, el oscuro mundo a su alrededor cambió, y en un abrir y cerrar de ojos, estaban de vuelta en el estudio. No hubo tiempo para que Esme lo cuestionara, porque Donovan había tomado la delantera, presionando su cuerpo contra el suyo y el escritorio.
Sus besos eran dulces al principio, dolorosamente tiernos, como si quisiera saborearla, para recordarse a sí mismo que ella era realmente suya. Pero debajo de esa suavidad había un hambre que estaba luchando por contener. Esme lo sintió en la forma en que sus dedos se tensaron alrededor de su cintura, en la forma en que sus labios se movían, incitando a los de ella a separarse hasta que se fundió completamente en él.
Ella podía saborearlo, sentir su amor, su devoción, su desesperación por perderse en ella. Y dioses, ella quería ser la única por quien él se desmoronara.