Epílogo: La leyenda del cisne y el lobo (IV)

Sol abrazó a su mamá después de cenar antes de irse, tal como solía hacer. Sin embargo, esta vez se sentía pesado, como si podría ser la última vez que abrazaba a su querida mamá.

Cisne parecía poder leer su mente, porque le aseguró:

—No te preocupes por mí, hijo. Ambos venimos del reino del cielo. Siempre puedes venir a visitarme allí.

—Sí, mamá. Solo me siento... inquieto.

—No hay nada de qué inquietarse. En lugar de preocuparte por mí, creo que deberías hablar con tu padre en su lugar. Debe haber estado esperándote —dijo Cisne.

—Lo dudo, pero... está bien... —respondió Sol.

Cisne observó cómo Sol caminaba hacia la estatua de la Diosa de la Luna donde Gale estaba sentado en ese momento. Se apoyó en la puerta y suspiró:

—Tienes que hacer lo correcto esta vez, esposo. Esta podría ser la última vez que podrás abrazarlo con tu cuerpo físico.

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