Poco después, Arwen escuchó al anfitrión anunciar la actuación de Amelia. Y giró su atención hacia el escenario, sus ojos brillaban ligeramente con anticipación. —Es su baile —murmuró entre dientes.
Gianna asintió completando su pensamiento. —Concentrémonos en ello ahora. Discutiremos el resto más tarde.
Arwen sonrió y asintió en acuerdo, y pronto ambas fijaron sus miradas en el escenario.
Los movimientos de Amelia eran impecables, tal como Arwen los recordaba por última vez. Pero lo que la impresionó aún más fue la notable mejora en la postura de la chica. Cada estiramiento, cada giro, era perfecto o increíblemente cercano a serlo.
Viendo su desempeño tan bueno, una orgullosa sonrisa se extendió lentamente en el rostro de Arwen, cálida y maternal, como la de una madre viendo a su hija brillar en el escenario. Quizás porque había sido testigo del viaje hacia el escenario del ballet, o quizás porque fue parte de él.