En el pasado, había hecho todos los esfuerzos para ganar el corazón de Ryan. Pero al final, todos sus esfuerzos no le sirvieron de nada porque, en última instancia, a Ryan nunca le importó siquiera reconocerla brevemente.
Para él, eso nunca importó.
Ella cocinaba los almuerzos y se los enviaba para que él pudiera darse cuenta de lo complaciente que ella era con él y con el arreglo que les habían impuesto a ambos. Pero no tardó mucho en darse cuenta de que él había decidido desde hacía tiempo creer lo que quería. Ninguna palabra de ella podría hacerle ver las cosas de otra manera.
Él la irrespetaba, a sus gestos y esfuerzos cada vez, haciendo que perdiera la confianza en la habilidad que había aprendido para impresionarlo.
Y no pasó mucho tiempo después de eso, dejó de hacer las cosas por voluntad propia. Más tarde lo hizo todo solo para asegurarse de que su madre no le recriminara por no hacer ningún esfuerzo para hacer funcionar el arreglo.