—¡Cuidado! —gritó Arwen, sus pupilas dilatándose de horror cuando se dio cuenta de que no podría alcanzar a Delyth a tiempo. Aunque no le gustaba, no la odiaba lo suficiente como para verla rodar por las escaleras hacia la muerte.
Sin embargo, un suspiro de alivio salió de sus labios cuando, en el momento justo, vio una gran mano agarrar los mangos de la silla de ruedas, evitando lo peor. Sus manos fueron a su pecho mientras se calmaba y murmuraba para sí misma: «¡Gracias a Dios!».
—Delyth!
Arwen escuchó otra voz en pánico y fue entonces cuando levantó la vista para ver quién había venido a salvar a la mujer en el momento adecuado.
Ryan.
La persona más inesperada, aunque esperada, en la escena.
Parecía más asustado que Delyth. Su rostro estaba un poco más pálido de lo usual mientras sus ojos la examinaban de arriba a abajo, asegurándose de que ni un solo cabello de ella estuviera dañado.