Algo que va más allá de la coincidencia.

Una vez que alguien lo iniciaba, seguía un efecto dominó.

Uno tras otro, los demás seguían el ejemplo, escribiendo apresuradamente sus firmas, su resistencia desmoronándose bajo el peso de la inevitabilidad.

Aiden no se quedó para observar el proceso. Girando sobre sus talones, le lanzó una sola mirada a Emyr.

—Manéjalo.

Con eso, salió de la sala de juntas.

Después de un rato ...

Aiden se sentó en su oficina, revisando un montón de documentos, sus ojos agudos escaneando las cifras y los contratos con eficacia práctica, cuando alguien interrumpió su enfoque.

Toc, toc.

—Adelante —afirmó Aiden, y al momento siguiente, la puerta se abrió y Emyr entró, su expresión una mezcla de satisfacción y tensión.

Se acercó al escritorio, colocando un archivo frente a Aiden.

—Todos han firmado sus renuncias —informó Emyr, su voz profesional como siempre. Pero luego, después de una breve pausa, añadió—, Excepto… el señor Dickens.