Había alguien que podía ayudarlos.

La mirada de Emyr vagó por la habitación, pero excepto por la criada, nadie más apareció en su campo de visión.

Aiden no gustaba de estar rodeado de personas todo el tiempo, así que solo se asignó un equipo limitado para atenderlo. Incluso ese pequeño equipo tenía instrucciones de mantener su presencia lo más invisible posible.

Al no encontrar a nadie alrededor, Emyr rápidamente se apresuró a revisar a la criada. Ayudándola a ponerse de pie, preguntó:

—¿Qué sucedió aquí? ¿Enfrentaste la ira del señor?

La criada tenía rastros de lágrimas en sus ojos. Pero negó con la cabeza.

—¿Entonces cómo pasó esto? —preguntó, señalando el desorden en la habitación.

Los muebles estaban destruidos, y el vidrio del espejo estaba hecho añicos. Era suficiente para decir que la habitación había sufrido la ira de Aiden.