+Capítulo 403+

—Silvia solo suspiró, la expresión mezcla de alivio y exasperación. Su pelo negro y con volumen estaba recogido en un moño desordenado, su rostro sin maquillaje, la hacía parecer aún más joven.

Temió que Ángelo desaparecería después de su renuncia, eso la preocupaba.

Levantó el teléfono fijo de su escritorio para pedir que llevaran algo de comida a su oficina.

—¿Ni siquiera has comido en todo el día? —acusó—. Ahora que ya no trabajas para mí, esta comida sale de mi bolsillo.

—Me comí la manzana que tomé de tu bandeja por la mañana —murmuró Ángelo, con los ojos cada vez más pesados.

Aunque Silvia intentaba a medias deshacerse de él, siempre se colaba en su oficina en los momentos más inesperados para dormitar en una de sus sillas.

Ángelo no estaba del todo seguro de por qué, pero cada vez que dormía en la oficina de Silvia, nunca tenía pesadillas, sus estrechos hombros se relajaban al tener por fin la oportunidad de no estar en alerta.