Falta de confianza

Altair entró en el dormitorio de Damián y tomó asiento junto a Rosalía. La vista de la joven inconsciente en la cama le apretó el pecho con un extraño, pero ya familiar dolor de anhelo, mientras su corazón se convertía en un pájaro frenético.

Lentamente, apartó la manta de seda blanca del cuerpo de ella y abrió los ojos, llenos de shock, lo que rápidamente se transformó en una sensación asfixiante de ira y desesperación.

—Ese maldito monstruo... Criatura repugnante.

El hombre deslizó sus dedos sobre las marcas rojas en los hombros y el cuello de Rosalía. La sensación de su piel dañada pero aún suave le enviaba escalofríos, lo que le hizo retirar la mano y cerrarla en un puño apretado.

—¡Cómo te atreves a manchar tu piel perfecta con esas marcas odiosas! No te preocupes, Rosalía, las borraré todas. Borraré esta vergüenza de tu bello cuerpo.