—Esto no parece que haya sido enviado desde el Palacio Imperial, la invitación enviada a Damien por la Princesa Angélica tenía un sello Imperial... ¿Quién me enviaría una carta aquí?
Rosalía, de mala gana, rompió el sello del sobre, sus pensamientos aún luchando con la improbabilidad de recibir una carta de alguien que no fuera la Princesa Angélica, y mucho menos de un amigo o conocido. Al escanear las cuidadosamente escritas letras negras con sus ojos, sus cejas se arquearon sorprendidas: el mensaje misterioso había llegado desde el Templo Sagrado.
La mirada de la joven permaneció fija en el contenido de la peculiar carta, invadiéndola una inesperada sensación de nerviosismo e incertidumbre.
«Esto es bastante extraño... Si está tan ocupado, ¿por qué se molestó en invitarme al Templo cuando podría haber simplemente reprogramado o cancelado la sesión por completo? No es como si fuera a morir si espero un día más.», pensó.