La fecha

—En la serena quietud que envolvía la modesta y escasamente adornada cámara anidada en el ala oeste del Templo Sagrado, una oscuridad silenciada —reflexionó Altair sobresaltado por una rápida sucesión de gemidos sutiles pero perturbadores—. Al emerger de las garras de un sueño inquietante, sus pálidos ojos se abrieron de golpe, con sus manos sudorosas temblorosamente agarrando las impolutas sábanas debajo de él.

—En un estado de parcial desconcierto —asumió gradualmente una postura erguida, apoyándose contra el respaldo de su cama de madera. Velando su rostro con ambas manos, exhaló un prolongado suspiro, algo cansado. Con una mirada lánguida, dirigió su atención hacia la diminuta ventana que adornaba la pared opuesta. A través de sus cristales, observó las delgadas nubes de color pizarra atravesando rápidamente el gran disco plateado de la resplendente luna, mientras el solitario viento nocturno otorgaba un aliento de vida a la soledad nocturna.