Duerme bien, Señora Rosalía

Mientras ambos se acomodaban en sus asientos, lado a lado, en la elegante extensión del sofá de tonalidad obsidiana, Damián sirvió con gracia a Rosalía una generosa copa de vino de profundo color rojo. Al girarse para llenar su propia copa, una vital advertencia resurgió en su mente, instándolo a emitir una cuidadosa precaución,

—Señora Rosalía, por favor tenga cuidado. Este vino proviene del Norte y posee una fuerza potente. Sería prudente degustarlo en pequeños sorbos

Antes de que pudiera concluir su consejo, Rosalía colocó abruptamente la copa, cuyo contenido ya era sólo un recuerdo, sobre la pulida mesa de café de madera que estaba frente a ellos. Exhaló un suspiro satisfecho, uno que delataba a una conocedora del placer, y despreocupadamente se limpió la boca con el dorso de su pálida mano izquierda.

—Su Gracia, otra copa, por favor —exclamó Rosalía con un brillo casi pícaro en sus ojos.