¿Cómo puedo decir que no?

—Entonces, ¿te gustaría conocer a Illai, Su Gracia? —Rosalía se levantó rápidamente de su asiento y comenzó a caminar hacia la puerta, lanzando esa inocente pregunta al duque, cuya expresión de júbilo ahora había sido reemplazada por una de desconcierto.

—Illai? ¿Rezar, quién es Illai? —Ese, Su Gracia, es el nombre otorgado al niño. Bastante encantador, ¿no le parece? —Ella comentó con un asentimiento, continuando su resuelto avance hacia la salida. Damián, sin embargo, parecía reacio a seguirla.

Justo cuando estaba casi lista para cruzar el umbral, Rosalía se detuvo y luego giró su forma entera, emitiendo un suspiro de exasperación que llevaba un toque de teatralidad evidente.