Rosalía desplazó su mirada hacia la imponente estatua de la Santa, dirigiendo sus ojos grises hacia su rostro sin rasgos.
—No te preocupes. No estoy arrebatando lo que legítimamente te pertenece. Cuando llegue tu momento, nada cambiará. Yo... soltaré mi agarre cuando sea el momento adecuado. Te lo puedo prometer.
La dama se sintió obligada a redirigir su enfoque hacia el Sacerdote otra vez cuando su voz sombría, teñida con un atisbo de severidad, pronunció su nombre inesperadamente en voz alta. Mientras su mirada se posaba en su digno semblante, el hombre soltó un suspiro fugaz y reanudó su discurso.
—Dama Rosalie Ashter, ¿promete solemnemente ante la Santa Benévola, así como el Corazón y Alma del Imperio de Rische, aceptar a Su Gracia, Gran Duque Damien Dio como su esposo y permanecer inquebrantablemente leal a él hasta el fin de sus días?