Bermellón

Rosalía luchaba por mantener el enfoque, pero su visión estaba completamente envuelta en un abismo omnipresente de oscuridad. La atmósfera que la envolvía parecía estar creciendo en calor de manera constante, cada respiración que tomaba le quemaba los pulmones como si estuvieran sumergidos en líquido hirviendo.

—¿Qué está pasando? No puedo discernir nada, y el simple acto de respirar se siente como una tortura agonizante.

En un intento inútil de disipar la oscuridad implacable, Rosalía frotó vigorosamente sus ojos. Sin embargo, para su consternación, el velo impenetrable persistió y una sensación creciente de inquietud y temor se apoderó de su pecho y hombros. Lo envolvía, denso y pesado, como una capa sofocante de incertidumbre. El latido de su propio corazón ahora retumbaba en sus oídos, resonando como un redoble de tambor ecoico, un preludio fuerte y ominoso a un enigma aún por desplegarse.