—¿Qué está diciendo? ¿Cómo es que ya lo saben? ¿Realmente se ha ido?
Damián se encontró indiferente tanto al levantamiento como a su inminente arresto. Lo que le preocupaba era la inquietante realidad de que Rosalía había desaparecido, dejándolo sin pistas sobre su paradero y las razones detrás de su partida.
Su pálido rostro se volvió hacia el Emperador, quien también parecía algo perplejo por los acontecimientos que se desplegaban.
—¿Es cierto, Damián? ¿Tu esposa realmente huyó? —La voz de Luther, gélida y compuesta, finalmente alcanzó los oídos del duque. Damián se estremeció, entrecerrando los ojos, todavía deliberando sobre qué tipo de respuesta podría proteger la inocencia de Rosalía en medio de la creciente agitación.
Una corriente desenfrenada de pensamientos y emociones fluía a través de su mente, para finalmente dejarla en blanco. Con reluctancia, soltó un largo suspiro como si tratara de ganar más tiempo antes de hablar en un tono compuesto