La larga noche había pasado y Shen Li no sabía cómo había logrado resistir.
Era como ser torturada tan cruelmente que no estaba segura de si había caído dormida o se había desmayado por la prueba.
—Huff...
Shen Li respiraba pesadamente, abriendo los ojos con cansancio, sus párpados sintiéndose increíblemente pesados, como si su cuerpo hubiera sido llenado con plomo.
La luz del mediodía atravesaba las ventanas de piso a techo, ligeramente deslumbrante, y ella levantó instintivamente la mano para proteger sus ojos.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que no había estado durmiendo en una cama, sino que estaba acostada en el sofá de la concubina noble de la noche anterior, con una delgada manta sobre ella y sin otra cubierta.
Shen Li casi luchó para sentarse, sintiéndose como si su cuerpo se desmoronara, adolorida y débil.