Tez pálida, ojos hinchados, un semblante tan demacrado que no podía empeorar más.
Shen Li se miró a sí misma en el espejo, con una sonrisa autodespreciativa en su rostro.
En la mesa de tocador había varias botellas y frascos que nunca había usado antes, pero esta vez, finalmente resultaron útiles. No necesitaba habilidades de maquillaje, solo quería mejorar su tez, al menos no parecer como ahora, cuando ni siquiera ella podía soportar verse.
En cuanto a la ropa, ya había mirado, y solo tenía el costal en su cuerpo.
—Señorita Shen, su té de ginseng —la criada trajo el té de nuevo.
El té Earl Grey que acababa de ser servido se había enfriado sin que Shen Li tomara un sorbo.
La segunda taza fue rápidamente traída, el té de ginseng que estaba recetado para su cuerpo, organizado por el mayordomo.
La criada pensó que Shen Li no lo bebería, pero para su sorpresa, Shen Li lo tomó, su expresión parecía reacia, casi obligándose a beber.