Sostenida y colocada en la cama del dormitorio, Shen Li aún se enrolló en sí misma formando un ovillo. Fue una reacción instintiva arraigada en el miedo, retornando involuntariamente su cuerpo al estado en que había estado en el útero, tratando de escapar del temor.
—No te trataré de esa manera, no necesitas tener miedo —dijo Huo Siyu, sentándose al lado de la cama.
Subconscientemente, extendió la mano para tocar el cabello de Shen Li, que era suave y dócil, llevando una fragancia tenue, infundiendo una sensación de confort y tranquilidad.
Shen Li levantó la cabeza de repente y dijo:
—Me estás mostrando todo esto para decirme que tengo suerte, que has sido bueno conmigo...
El dicho dice que uno siente pena por las desgracias de sus iguales, y lo más triste es presenciar el destino de los de su propia especie.
Cuando Huo Siyu la llevó fuera del salón, ella no quería escuchar ni mirar, pero las voces aún penetraban sus oídos.