La puerta de la sala privada se cerró una vez más, y Shen Jun mantuvo una sonrisa adecuada, ni demasiado descortés ni excesivamente cálida. Justo en punto, sin causar la más mínima molestia a la otra parte.
—Señor Shen, ¿ha vivido en el Reino Unido? —preguntó Shen Li con una sonrisa.
Finalmente recordó de dónde provenía la sensación de familiaridad con Shen Jun: era su comportamiento. Era la gracia del caballero del Reino Unido, donde había pasado algún tiempo, una cualidad que parecía casi grabada en los propios huesos. Y estaba completamente encarnada en Shen Jun.
—¿El Reino Unido? Nunca he estado allí —el rostro de Shen Jun mostró sorpresa, y añadió con una sonrisa—. ¿Por qué pregunta la Señorita Shen?
—Uh... —Shen Li se quedó perpleja, luego dijo con una sonrisa—, solo sentí que tenías el comportamiento de un caballero inglés.