Atado por la intensidad (R-18)

Un chorro de saliva acompañaba la brisa que había invadido su oreja. El húmedo chapoteo hizo que los hombros de Serafina se estremecieran en respuesta. Luego, otro placer parecía permanecer en su mente cuando ella lo sintió hurgar con sus dedos debajo de ella. Su respiración se cortó cuando él encontró su punto, su toque tanto suave como exigente.

Su mano estaba pellizcando su ropa interior. Cuando su seca fuente se humedeció de golpe, él introdujo su dedo. La intrusión repentina la hizo jadear, su cuerpo se tensó alrededor de él.

Sus entrañas se contrajeron inmediatamente ante la súbita intrusión. La sensación de apretar que estaba clavando sus dedos le otorgaba mucho vigor. El hormigueo que mordía contra su clítoris hizo que la cintura de Serafina se sacudiera. Cada movimiento era un baile de placer y necesidad, un ritmo que ambos seguían instintivamente.

—¡Ah, haa...! —ella gimió. Su voz era aguda y sin aliento, llena del borde crudo del deseo.