Serafina apenas podía entender por qué esos ojos llenos de odio estaban dirigidos hacia ella, y por qué la gente que había estado distante de ella estaba siendo colmada de atención.
Ella lo había sospechado antes, pero verlo desplegarse frente a sus ojos era una experiencia diferente. La picadura de la traición cortaba profundo, y luchaba para mantener su compostura.
Si ella huyera de aquí, no solo perdería ante Arjan, sino que también mancharía la reputación del Duque de Everwyn. Podía sentir el peso de la responsabilidad presionando sobre ella.
El honor del Duque estaba en juego, y no podía permitir que sus agravios personales pusieran en riesgo el estatus de la familia.
Las doncellas que se habían ocupado de muchas cosas por ella. Sus amables sonrisas y manos gentiles habían sido un consuelo durante sus días más oscuros.
El mayordomo que la había despedido cuando ella partió. Su lealtad firme e inquebrantable apoyo habían sido una constante en su vida.