La aparentemente corta noche finalmente había pasado, dejando atrás solo recuerdos de lo que había sucedido. La luz de la mañana trajo consigo un sentimiento de alivio, ya que nadie había sospechado nada de la noche anterior.
El Barón había mencionado casualmente que había buscado a Cuervo pero había aceptado su suave excusa de retirarse temprano debido al agotamiento sin hacer más preguntas.
Con el comienzo del día, el amargo frío del invierno hizo poco para impedir el suave progreso de su viaje.
El carruaje se movía constantemente, sin ser molestado por bandidos ni por la amenaza de avalanchas. El paisaje, aunque severo, pareció cooperar, ofreciendo un raro momento de paz en medio de su viaje.
—¡Ahí va! —La voz del conductor principal resonó, impulsando a Serafina a abrir ligeramente la ventana del carruaje. El viento frío se precipitó, haciendo que se encogiera, mientras Cuervo rápidamente la jalaba de vuelta al calor del carruaje.