Una vez que terminaron de comer, Serafina y Cuervo se dirigieron hacia el baño. Aunque normalmente se recomienda bañarse antes de comer, ambos estuvieron de acuerdo en que una noche no dañaría su salud. Además, el atractivo del manantial caliente era demasiado tentador para resistirse.
Al entrar, el calor los envolvió y Serafina fue recibida por una espesa niebla que flotaba en el aire. El techo abierto permitía asomar el cielo nocturno, y las estrellas brillaban sobre ellos, añadiendo un toque mágico al ya íntimo escenario.
Las paredes del área del manantial eran lo suficientemente bajas para sentirse abiertas e invitadoras, pero lo bastante altas para proporcionarles la privacidad que deseaban.
Toda esta sección de la mansión estaba reservada exclusivamente para la pareja, asegurando que ningún sirviente o invitado interrumpiera su momento especial.