Punto de vista de Luna
—Está bien, relájate Joel, puedo explicar.
—¿Explicar qué? ¿Que te llevaste mi teléfono? —su voz era aguda, sus ojos ardían de ira.
—Cálmate, por favor —supliqué, tratando de mantener mi voz estable a pesar del pánico creciente en mi interior.
—En realidad no tenía idea. He estado buscándolo desde anoche. Tuve que venir corriendo aquí esta mañana para verificar, y bueno, —se encogió de hombros—. ¿Estás tratando de que me maten? ¿Sabes lo que Marcelo hará conmigo si se entera?
—No lo va a saber, ¿de acuerdo? —lo aseguré, tratando de proyectar una confianza que no sentía.
—¿A quién llamaste? —Joel exigió.
—¿Qué? —pregunté, aunque lo había escuchado claramente.
—Me escuchaste, Luna. ¿A quién diablos llamaste?
—No llamé a nadie —negué con la cabeza desafiante. No podía permitirme decirle la verdad. ¿Y si le cuenta a Marcelo?
Joel estuvo callado por un rato, su mirada penetrante. Luego suspiró, encontrando mis ojos. —Voy a mantenerlo en secreto.