Pov Aria
Seguí de cerca los movimientos de la gitana y de Ignis. Algo no me daba confianza en ella, y no quería dejar a mi compañero solo; estábamos en un campamento lleno de posibles enemigos, y separarse no sonaba como la mejor estrategia. Había algo en sus ojos, una mezcla de secretos y desdén que me recordaba a encuentros pasados donde las traiciones llegaron disfrazadas de sonrisas. Ya había visto antes cómo personas con esa misma mirada podían manipular situaciones a su favor, dejando caos tras de sí. Esa memoria solo reafirmaba mi necesidad de mantenernos unidos. ¡Cómo se atreve a dejarme sola ese idiota!
Mis quejas no duraron mucho, ya que sentí cerca la energía del gitano que había sellado la energía del grimorio disque sacrificándose. Era como un eco persistente, una vibración que calaba hasta los huesos. Él estaba en una carpa un poco más alejada del resto en la caravana.
—El sacerdote estará al cuidado de la matriarca Luna, así que no se preocupe, señorita —el gitano que nos recibió al llegar, Arkhan, me interrumpió antes de que pudiera disponerme a seguir al otro gitano misterioso. Su voz tenía un peso casi hipnótico, como si cada palabra estuviera diseñada para desviar mi atención.
—Perdón, eh… creo que por allá está el gitano al que estábamos siguiendo —mencioné, señalando en la dirección donde sentía su energía. Con un movimiento veloz, rodeé a Arkhan y avancé hacia la dirección indicada.
—Alto, señorita Aria. Ese no es más que un muerto —la declaración me tomó por sorpresa. Eso no tenía sentido.
—¿A qué te refieres?
—Sé que está sintiendo su energía en este momento, pero ese hermano hace tiempo que ya no está en este plano. Solo es un eco de lo que fue.
—Pero él se presentó ante nosotros, realizó un ritual y selló el grimorio.
—El que esté muerto no significa que no pueda interactuar con este plano. Pensé que usted lo sabría por su línea de trabajo.
—No, sí… me refiero a que su energía se sentía, se siente muy conectada a este plano. —El recuerdo de su energía era vívido en mi memoria todavía. Era peculiar, algo que nunca había sentido antes.
—Por favor acompáñeme a tomar una caminata en los alrededores. Supongo que el portador y la matriarca se tomarán su tiempo para hablar —su voz era grave, y su apariencia misteriosa. Por ese velo que le tapaba la mitad de su rostro, dejando solo ver su boca con blancos dientes, todo en él gritaría desconfianza, pero algo en su petición me hizo bajar la guardia.
—Bien, pero necesito respuestas.
—Como todos.
Arkhan me llevó a un claro fuera del campamento, donde el aire era más frío y el silencio pesado. Los árboles se alzaban altos y retorcidos, como guardianes sombríos de un secreto que no querían revelar. La hierba, extrañamente densa, susurraba al ser pisada, y el olor a tierra húmeda se mezclaba con un leve aroma a madera quemada, como si algo antiguo hubiera ardido allí hace mucho tiempo. El cielo, apenas visible entre las copas de los árboles, tenía un tono grisáceo que apagaba cualquier rastro de calidez. Por un momento, sentí un escalofrío que recorrió mi columna, como si el claro estuviera observándome, evaluando mi presencia. Era un lugar que no quería ser perturbado, y su atmósfera pesaba sobre mi pecho como una advertencia silenciosa. Los árboles formaban un muro natural que bloqueaba el ruido del campamento, creando un ambiente casi irreal. Por un momento, la energía oscura del gitano muerto llenó mis sentidos nuevamente. Era como un lamento sordo que se filtraba a través del suelo y los árboles.
—¿Qué se supone que estoy sintiendo? —le pregunté, irritada. Mis dedos chispaban con mi energía, emitiendo destellos amarillos y blancos como pequeños relámpagos que bailaban entre mis manos. Era una sensación extraña y poderosa, como si contuviera una tormenta lista para desatarse. Cada chispazo llenaba el aire con un leve zumbido eléctrico, haciendo que los vellos de mis brazos se erizaran.
Arkhan se detuvo y señaló un punto en el suelo, donde un círculo de marcas extrañas se extendía. Las líneas brillaban débilmente bajo la luz de la luna, formando patrones que parecían moverse si los mirabas demasiado tiempo. Era un símbolo que nunca había visto antes, pero su simple presencia me puso los pelos de punta.
—Esto es lo que queda de él —dijo Arkhan—. Una sombra atrapada entre mundos. Y también es una advertencia. Si el grimorio se abre, lo que él contuvo se desatará.
—¿Por qué no destruyeron esto? —pregunté, apuntando al círculo. Mi voz salió más aguda de lo que esperaba.
—No se puede destruir lo que no pertenece completamente a este plano. Solo se puede contener —respondió Arkhan con una calma exasperante.
—¿Y cómo sabemos que no fallará? —repuse, avanzando hacia él, pero un crujido en las sombras interrumpió mi interrogatorio.
Mi mente procesó la información, pero antes de que pudiera responder, la energía en el aire cambió abruptamente. Era como si el bosque mismo contuviera la respiración. Un crujido resonó a mi izquierda, y algo se movía en las sombras, algo que no pertenecía a este mundo.
—¿Qué demonios…? —comencé, retrocediendo un paso.
El aire se enfrió de golpe, y la oscuridad pareció volverse más densa. Podía sentir una presencia, algo que me observaba desde las sombras. Mi corazón comenzó a latir con fuerza.
—Parece que la matriarca terminó con el portador Ignis —murmuró Arkhan, sin mostrarse sorprendido por el cambio de atmósfera. Su voz, aunque serena, parecía cargada de un conocimiento que no compartía completamente.
Dí un paso atrás, buscando cualquier señal de amenaza en el entorno, pero los árboles no me ofrecían respuestas. La sombra que se movía con rapidez en el interior del bosque no dejaba de acercarse. Un estremecimiento recorrió mi cuerpo al darme cuenta de que no estaba sola. Algo estaba acechando.
—¿Qué está pasando aquí? —mi voz salió casi en un susurro, pero Arkhan pareció captar la urgencia en mi tono.
—No está aquí para hacer preguntas, Aria —respondió, dando un paso hacia el círculo de símbolos, como si el peligro no le afectara. Mientras lo observaba, la sombra se deslizó entre los árboles, una silueta amorfa que se movía con una agilidad inhumana. El viento comenzó a soplar con mayor fuerza, y el murmullo de las hojas se mezcló con un sonido que se asemejaba a un suspiro o un lamento lejano.
Un estremecimiento recorrió mi cuerpo, pero me mantuve firme. Sabía que el gitano Arkhan era consciente de algo que yo aún no comprendía completamente.
—¡Dime qué está pasando ahora! —exigí, mientras mis manos brillaban intensamente. No estaba dispuesta a enfrentar lo que fuera que se acercaba sin tener respuestas claras.
—Eso que está acercándose es lo que él selló. Es una parte del sacrificio que hizo —me explicó Arkhan, sin volverse hacia mí. Parecía observar la sombra con una calma perturbadora.
—¿Un sacrificio? ¿El gitano estaba sellando algo? ¿Qué estamos enfrentando? —las preguntas brotaron en mi mente como un torrente.
Antes de que pudiera obtener alguna respuesta, la sombra emergió con un rugido bajo, como un suspiro de oscuridad que se volvió tangible. El aire se saturó de energía maligna, haciendo que el suelo bajo mis pies pareciera temblar. Era como si una presencia primordial y antigua estuviera despertando.
Arkhan, con una calma escalofriante, comenzó a retroceder hacia el círculo de símbolos.
—No podemos luchar contra lo que aún está contenido, pero debemos asegurarnos de que no se libere completamente. No sabes lo que eso significaría.
Y antes de que pudiera comprender completamente sus palabras, el aire explotó en un estallido de energía.