Acto I — Capitulo 2 — Un intento más

Inei caminó lentamente por los senderos del clan, los murmullos y risas burlonas seguían resonando en su mente, pero no les prestaba atención. Se dirigió a un árbol grande y frondoso que crecía a un lado de los jardines. Ese lugar, su refugio desde niño, era donde siempre se sentía en paz, aunque fuera solo por un momento.

Se sentó bajo la sombra del árbol, apoyando su espalda contra el tronco áspero. El viento acariciaba su rostro, pero no lograba apaciguar el peso que sentía en su pecho. Cerró los ojos y suspiró profundamente, tratando de ordenar sus pensamientos.

"Madre... ¿Qué estoy haciendo con mi vida?" pensó, dejando que su mente vagara hacia el pasado. Recordó los días en que la fuerza y el talento fluían en él como un río inagotable, y cómo sus padres lo miraban con orgullo. Pero ahora... ahora todo eso parecía un recuerdo lejano, un sueño imposible de alcanzar.

Después de unos minutos de reflexión, se levantó con lentitud. Sabía a dónde debía ir. Era su costumbre, después de cada fracaso, buscar consuelo donde el tiempo y las palabras no podían alcanzarlo. Caminó por un sendero oculto detrás de los jardines, que lo llevó a un pequeño claro donde se encontraba la tumba de su madre.

Se arrodilló frente a la lápida sencilla, grabada con el nombre de la mujer que siempre había creído en él. Su madre, quien le había regalado amor y esperanza, incluso en los momentos más difíciles. Sus dedos rozaron suavemente las letras talladas, y una lágrima silenciosa se deslizó por su mejilla.

—Hola mamá... —susurró, su voz temblorosa por la emoción contenida—. Volví a fallar. No importa cuánto lo intente, no soy lo suficientemente fuerte. Ya no sé qué hacer... ya no sé quién soy.

Bajó la cabeza, dejando que las lágrimas cayeran libremente al suelo.

—Todos esperan algo de mí, pero siento que no puedo cumplir con nada. Padre, el clan... incluso Yeryn. Todos parecen avanzar, hacerse más fuertes... y yo... sigo atrapado en este vacío desde que te fuiste...

El viento sopló suavemente, moviendo las hojas de los árboles cercanos, como si la naturaleza misma intentara consolarlo. Inei permaneció en silencio, dejando que sus emociones se derramaran. Era el único lugar donde podía mostrarse débil, donde no tenía que fingir que los comentarios no le afectaban o que aún tenía la fortaleza para seguir adelante.

—¿Qué debería hacer, madre? —preguntó, levantando la mirada hacia la lápida, como si esperara una respuesta. Pero todo lo que encontró fue el silencio, un silencio que parecía pesar más que cualquier insulto recibido.

Inei cerró los ojos, intentando calmarse. Su corazón estaba lleno de dudas, pero había una chispa de determinación, pequeña, apenas perceptible, que no quería apagarse. Aunque estaba roto, aunque no encontraba una salida, sabía que no podía rendirse. No por él, sino por el recuerdo de su madre y el amor que siempre le había demostrado.

—Lo intentaré... una vez más —murmuró, con la voz apenas audible. Se quedó allí un poco más, dejando que la paz del lugar le diera la fuerza suficiente para levantarse y seguir adelante.

Poco a poco, el peso en su pecho comenzó a aligerarse, reemplazado por una determinación tenue pero presente. Se puso de pie, limpiando las lágrimas de su rostro con el dorso de la mano, y tomó una decisión.

"No puedo seguir hundido en este vacío. Si no hago nada, entonces estaré aceptando las palabras de los demás como verdad. No soy un cobarde, madre. No dejaré que tu recuerdo se manche con mi debilidad."

Con esa resolución, regresó al claro detrás de los jardines. El lugar era tranquilo, alejado del bullicio y las miradas de quienes siempre lo observaban con desprecio. Aquí, entre los árboles y el susurro del viento, Inei se sentía libre. Se sentó con las piernas cruzadas en el suelo, cerró los ojos y comenzó a regular su respiración.

El entrenamiento de meditación era la base de cualquier cultivador que aspirara a controlar el Arcam. Era un proceso lento y arduo, que requería concentración absoluta. Pero Inei no se desanimó. Por primera vez en años, sentía una pequeña chispa de propósito ardiendo en su interior.

Cerró sus manos en un mudra sencillo, canalizando su atención hacia su núcleo de energía. Dentro de su cuerpo, el flujo de Arcam estaba débil y disperso, como un río seco. La tarea era clara: reunir esa energía dispersa y consolidarla, moldeándola en un flujo estable.

—Concéntrate... siente el flujo... —murmuró para sí mismo, repitiendo las enseñanzas de su infancia. Recordó cómo su madre le había guiado cuando era un niño, enseñándole a encontrar armonía en su interior. Sus palabras suaves resonaron en su mente, dándole dirección.

El tiempo transcurrió lentamente. Al principio, los resultados fueron casi nulos. Inei sintió la frustración burbujeando en su interior, pero la reprimió. Sabía que debía ser paciente, persistente. Poco a poco, comenzó a percibir un ligero movimiento en su núcleo. Una corriente débil, casi imperceptible, comenzó a responder a su llamada.

El Arcam fluía, torpe y sin fuerza, pero estaba allí. Inei respiró profundamente, absorbiendo la energía del ambiente. Sintió cómo el aire a su alrededor vibraba ligeramente, cargado de partículas etéreas que se unían al flujo dentro de él.

Pasaron horas. El sudor resbalaba por su frente, empapando su ropa, pero no se detuvo. Con cada respiración, el flujo se hacía más constante, más seguro. La etapa 5 del nivel intermedio era un punto crítico, y alcanzar un avance requeriría un esfuerzo colosal, pero por primera vez en años, Inei estaba dispuesto a intentarlo.

Cuando finalmente abrió los ojos, el cielo ya comenzaba a teñirse de tonos anaranjados por el amanecer. Su cuerpo estaba agotado, pero su espíritu estaba más firme que nunca. Una pequeña cantidad de Arcam había sido consolidada, suficiente para un inicio, pero insuficiente para enfrentarse a los desafíos que le esperaban.

—Es solo el comienzo... pero no pienso detenerme aquí —susurró, sus ojos brillando con una mezcla de cansancio y determinación.

Con pasos firmes, se levantó y regresó a la mansión Nozen, su mente ya pensando en el próximo entrenamiento. Este era el camino que había elegido, y sabía que no sería fácil. Pero algo dentro de él había despertado. Por primera vez en mucho tiempo, Inei sentía que podía cambiar su destino.

—¡Miren quién está aquí! —Una voz burlona rompió la calma, seguida de risas contenidas.

Inei levantó ligeramente la mirada para ver a un grupo de jóvenes del clan acercándose. Eran unos seis en total, chicos y chicas, todos con aires de superioridad y sonrisas maliciosas.

—El gran prodigio del clan, ¿verdad? —continuó uno de los chicos, un joven de cabello oscuro y ojos astutos—. ¿Qué fue de aquel genio que todos admiraban? Ahora parece un perro callejero, vagando sin propósito.

Las risas aumentaron, pero Inei no dijo nada. Su expresión permaneció imperturbable mientras seguía caminando, ignorando los insultos como si no valieran su atención.

—¡Hey! ¡Te estoy hablando! —El líder del grupo se adelantó, poniéndose frente a Inei para bloquear su camino.

A pesar de la provocación, Inei simplemente lo rodeó, continuando con su paso tranquilo. Este gesto, en lugar de desarmar al grupo, pareció encender aún más su enojo.

—¡Míralo! Ni siquiera tiene el valor de enfrentarnos —se burló una de las chicas, cruzándose de brazos—. Siempre escondiéndose detrás de su hermano y ahora detrás de…

—¿Qué está pasando aquí? —La voz firme de Yeryn cortó el aire como una cuchilla.

La joven apareció entre los árboles, su figura irradiando autoridad a pesar de su actitud relajada. Sus ojos destellaban con determinación mientras se acercaba al grupo, quien inmediatamente retrocedió unos pasos.

—¿Yeryn? —El líder del grupo intentó sonreír con nerviosismo—. No estábamos haciendo nada, solo... hablando con Inei.

—¿Hablando? —preguntó ella con sarcasmo, cruzándose de brazos—. ¿Así es como llamas a acosar a alguien?

El grupo guardó silencio, sus risas apagadas bajo la mirada penetrante de Yeryn.

—Largo de aquí, ahora —ordenó, sin necesidad de alzar la voz.

Los jóvenes comenzaron a retroceder con rapidez, pero uno de ellos, demasiado orgulloso para irse sin lanzar un último ataque, murmuró:

—Escondiéndote detrás de una mujer... Qué vergüenza.

El comentario no tuvo efecto en Inei, quien, con una calma inquebrantable, tomó la mano de Yeryn y comenzó a caminar, alejándose del grupo. Pero justo cuando pensaron que todo había terminado, el mismo chico levantó la voz con un tono venenoso.

—No es de extrañar. Alguien como tú, criado por esa mujer débil y patética…

El mundo pareció detenerse.

El aire se volvió denso, y las risas burlonas del grupo se desvanecieron de inmediato. Yeryn sintió cómo la mano de Inei se tensaba, sus dedos apretándose con una fuerza inesperada. Cuando lo miró, vio algo en sus ojos que nunca había visto antes: un fuego oscuro, intenso y contenido.

Inei se detuvo y giró lentamente, su rostro aún tranquilo pero sus ojos llenos de una amenaza latente que hizo que el grupo retrocediera instintivamente.

—Repítelo. —Su voz era baja, apenas un murmullo, pero cargada con una intensidad que hizo temblar al joven que había hablado.

—Y-Yo... no quise decir... —balbuceó el chico, dando un paso atrás.

—Dije, que lo repitas. —Inei avanzó un paso, su mirada fija en el culpable.

El grupo quedó paralizado, incapaz de reaccionar. Aunque no levantó la voz ni mostró un gesto agresivo, la presión que emanaba de Inei era como un maremoto silencioso que amenazaba con arrasarlos.

Yeryn, consciente del peligro, apretó la mano de Inei, intentando traerlo de vuelta. —Inei, vámonos. No vale la pena.

El joven respiró profundamente, cerrando los ojos por un momento antes de soltar la mano de Yeryn. Sin decir una palabra más, se dio la vuelta y comenzó a caminar de nuevo, esta vez con pasos más firmes.

El grupo, aún inmóvil, no se atrevió a moverse hasta que Inei y Yeryn desaparecieron entre los árboles. Fue entonces cuando una de las chicas susurró:

—¿Qué demonios fue eso...?

El líder del grupo no respondió. Su rostro estaba pálido, y sus manos temblaban ligeramente.

Al cabo de un rato, Inei detuvo sus pasos, frente a su habitación, pero en ves de entrar, solo se sentó en la mesa de te cercana, suspiro.

Su mirada más relajada que antes, Yeryn, entonces saco una tetera y el juego de tazas, de un almacén cercano, se acerco a la mesa y sirvió te verde caliente. 

Cuando la hermosa Yeryn se sentó en la mesa, miro hacia Inei, el cual soplaba para poder enfriar un poco el te. 

—Inei-Li has vuelto a entrenar ¿Verdad?

Pregunto con una linda sonrisa, Inei sorprendido por ser descubierto, la miro con ojos abiertos mientras tomaba. 

—Mas que entrenar, apenas y anoche, pude reunir algo de Arcam, es como empezar desde 0.

Respondió poniendo sus manos en la mesa, su mirada ahora fija en la pequeña laguna frente a ellos. —Si continuo con mi cultivó, pronto me elevare a "Lihen" solo será cuestión de paciencia

—¿Lihen? ¡Pero la última vez que te vi entrenar eras Niv! Inei-Li prácticamente anoche subiste 4 etapas!

Inei levantó una ceja al escuchar la exclamación de Yeryn, sorprendido por su entusiasmo. Sus ojos brillaban de alegría, como si fuera ella quien hubiera logrado aquel avance. Él, sin embargo, se encogió de hombros con modestia.

—No es tan impresionante como parece —respondió, tomando un sorbo del té—. Subí cuatro etapas porque estaba estancado durante demasiado tiempo. Mi Arcam acumulado solo necesitaba un pequeño empujón para fluir nuevamente.

Yeryn dejó su taza sobre la mesa, inclinándose hacia él con un gesto de reproche.

—Inei-Li, deja de menospreciarte —dijo con suavidad—. ¿Sabes cuántas personas desearían alcanzar Lihen en tan poco tiempo? Lo que hiciste es algo digno de admirar, incluso si no lo crees.

Él desvió la mirada, incómodo por la sinceridad en sus palabras. Había olvidado cómo era que alguien creyera en él sin reservas, y esa sensación le resultaba tanto reconfortante como abrumadora.

—Tal vez tengas razón —murmuró, aunque aún no se convencía del todo.

Yeryn sonrió ampliamente, satisfecha con su respuesta, y tomó otra vez su taza, dándole un pequeño sorbo.

—Oh ya se! Inei-Li ¿Podemos ir al mercado?–

La repentina propuesta causó que Inei dejará de tomar su té y la mirada con una ceja levantada.

—Tal vez podamos encontrar objetos o posiciones que te ayuden a mejorar.

Inei miro el contenido de la taza, para luego beberlo completo. —Tal vez podemos intentarlo.