CAPITULO 29: UNA CHARLA LIGERA
Últimamente, los días pasan demasiado rápido. El tiempo vuela, y apenas me doy cuenta. Es una mañana como cualquier otra, y el sonido de la alarma me arrastra de vuelta a la realidad. Intento apagarla estirando el brazo, pero fallo, obligándome a incorporarme en la cama para alcanzarla con más facilidad.
Una vez silenciada, me estiro un poco para despejarme antes de comenzar mi rutina. Me levanto con pesadez y camino hacia el baño, bostezando sin parar. Al llegar, tomo el cepillo de dientes y comienzo a lavármelos mientras observo mi reflejo en el espejo. Mis ojos siguen entrecerrados, con alguna lagaña aún pegada, y mi cabello está completamente desordenado. Tengo trabajo por hacer antes de salir de casa.
Mientras termino de cepillarme los dientes y me dirijo a la cocina para desayunar, un pensamiento cruza mi mente: el cumpleaños de Landest está muy cerca. Me detengo en seco, cambio de dirección y regreso apresuradamente a mi habitación. Revuelvo entre mis cosas, buscando desesperadamente algo que pueda servir como regalo, pero mi mente todavía adormilada me juega en contra. No encuentro nada.
Resignado, decido que después de la escuela buscaré algo para él. Suspirando, vuelvo a la cocina para desayunar y prepararme para salir.
Mientras caminaba hacia la escuela por las calles de mi vecindario, me di cuenta de que había olvidado algo importante. Tenía en mente regalarle algo a Liz cuando nos encontráramos en la escuela, pero al darme cuenta de mi olvido, una sensación de malestar me invadió. Me sentí culpable por no haberlo hecho, pero decidí seguir adelante. Ya encontraría el momento adecuado para dárselo más tarde.
Al llegar a la puerta principal de la escuela, decidí esperar a Liz. Me recargué en una pared cercana, observando entre la multitud de estudiantes que llegaban. Sabía que llegaba un poco tarde, pero no me importaba demasiado; había tenido problemas para despertarme y prepararme, aunque no quería poner excusas. Mientras esperaba, la idea de llamarla pasó por mi mente, y sin pensarlo mucho, saqué el teléfono de mi bolso.
Cuando ya estaba a punto de marcar su número, me detuve. Un pensamiento cruzó mi mente: ¿realmente estoy preocupado por ella? Tal vez estaba siendo demasiado protector. Miré el teléfono en mis manos, dudando por un momento. Finalmente, lo guardé de nuevo en mi bolso, bajando la mirada, sintiéndome un poco serio y arrepentido. Pero en el fondo, sabía que lo que realmente quería era verla.
En ese momento, el sonido de mi teléfono vibrando en mi bolso me sorprendió. Con rapidez, intenté sacarlo, y al ver la pantalla, me di cuenta de que era ella. Liz me estaba llamando. Sentí una ligera emoción al ver su nombre, así que respondí sin pensarlo y esperé con ansias escuchar su voz.
-¿L-Liz? -dije, un poco inseguro.
-Tonto...
La escuché claramente a través del teléfono, pero también desde mi derecha, lo que me dejó algo confundido. ¿Acaso me había dicho tonto? ¿Hice algo mal? La sorpresa me golpeó levemente, desanimándome un poco. ¿Por qué me decía eso?
Instintivamente, volví mi mirada hacia la derecha y, para mi sorpresa, allí estaba ella. Con el teléfono aún pegado a su cabeza, se reía suavemente. Se estaba riendo de mí. La confusión se disipó y una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro, aliviado por ver que no era nada serio, solo su manera juguetona de saludarme.
Me acerqué a ella para saludarla, aún algo tímido y confuso, sin esperarme para nada este encuentro tan repentino. Sin embargo, Liz simplemente bajó su teléfono y, sin decir una sola palabra, se dio media vuelta y caminó hacia la escuela, sin siquiera mirarme.
—¿Eh? —murmuré, desconcertado.
Aceleré el paso y la seguí, sin entender por qué estaba actuando de esa manera. ¿Había hecho algo mal? ¿Estaba molesta? Aun así, continué siguiéndola en silencio. Mantenía cierta distancia, unos pasos detrás de ella, sin querer parecer demasiado insistente.
Mientras avanzábamos por el campus, la incomodidad comenzó a invadirme. Desde que la vi, no me había dirigido ni una sola palabra.
¿Qué rayos le pasa?
Tal vez solo quiere espacio…
A medida que seguíamos caminando, mi mente se llenó de pensamientos. Si me alejo de ella, Eris y Sakai no sospecharán ni nos observarán con mala cara. Pero… quiero estar con ella.
Si sigo siguiéndola, solo provocaré problemas. Lo último que queremos es que Eris y Sakai se acerquen y empiecen a cuestionarnos.
—Ey… tonto.
Su voz me sacó de mis pensamientos. Antes de poder reaccionar, choqué contra ella.
Cerré los ojos al sentir el pequeño impacto en mi pecho, seguido de un suave quejido. Al abrirlos, me di cuenta de que Liz había chocado conmigo, golpeando su cabeza contra mi pecho. Se tambaleó ligeramente hacia atrás, llevándose una mano a la cabeza.
—¡L-Lo siento! ¿Estás bien? —pregunté de inmediato, preocupado.
Me acerqué un poco, intentando asegurarme de que estuviera bien. Liz cerraba los ojos, masajeándose la cabeza, como si tratara de calmar el dolor. Algo en su expresión me decía que estaba molesta.
—E-Estoy bien… N-No te preocupes… —respondió, tartamudeando levemente.
Liz abrió los ojos y desvió la mirada, evitando el contacto visual conmigo. Eso me hizo sentir aún peor.
¿Realmente estaba enojada conmigo?
Antes de que pudiera disculparme otra vez, ella simplemente siguió caminando y se dirigió a una mesa para sentarse. Al llegar, dejó escapar un gran suspiro, como si intentara tranquilizarse.
Yo, en cambio, me sentía cada vez más incómodo. Mi mente no paraba de dar vueltas con pensamientos negativos.
¿Está molesta conmigo? ¿Hice algo para enfadarla?
Me senté a su lado, dejando un poco de espacio entre nosotros. Durante unos segundos, ninguno de los dos dijo nada. El silencio era sofocante.
Estaba nervioso. Nunca me había sentido así. Para disimular, saqué un cuaderno de mi mochila y fingí escribir algo, solo para parecer ocupado. Noté su mirada sobre mí por un instante, lo que hizo que mi nerviosismo aumentara aún más. Mientras tanto, Liz simplemente seguía mirando su teléfono, aparentemente tranquila.
—Oye… ¿vas a decir algo? —dijo de repente.
Su pregunta me tomó por sorpresa. Solté el cuaderno por un momento y la miré nerviosamente.
Aún pensaba que estaba enojada.
Por un momento, desvié la mirada y solté un suspiro, intentando tranquilizarme. Luego, giré lentamente hacia ella y bajé la vista, sintiéndome culpable.
—Lo siento… es solo que… me siento raro —dije, con un tono arrepentido.
Pude notar cómo su expresión se suavizaba tras escucharme. Su mirada se volvió más comprensiva, aunque aún mantenía un gesto serio. Pasó una mano por su cabello, pensativa, mientras apartaba la mirada. Esta vez, fui yo quien la observó fijamente, pero ella fue quien evitó el contacto visual.
—¿Estás molesta? —pregunté tímidamente.
Liz siguió mirando hacia otro lado, con los dedos aún en su cabello, acariciándose la cabeza distraídamente.
Esperé su respuesta durante unos segundos… pero el silencio fue todo lo que obtuve.
La incomodidad se hizo presente otra vez. No saber lo que estaba pensando me ponía ansioso.
Desvié la vista y regresé la atención a mi cuaderno, fingiendo escribir algo, intentando parecer tranquilo. Pero la verdad era que mi cabeza no paraba de dar vueltas.
¿Dije algo que la molestó?
¿Fue culpa mía que esté actuando así?
¿Qué le está pasando?
Me perdí en mis pensamientos por un rato, atrapado entre la culpa y la incertidumbre.
—¡…!
De repente, sentí algo rodeando mi brazo.
El contacto me tomó completamente por sorpresa y reaccioné con un pequeño sobresalto. Volteé casi al instante, y entonces la vi.
Liz estaba abrazando mi brazo.
Sus manos temblaban ligeramente y su rostro tenía una expresión de miedo.
Me quedé helado, confundido por lo que estaba ocurriendo. No quería reaccionar de forma exagerada ni arruinar el momento, así que simplemente la observé en silencio durante un par de segundos, intentando comprender lo que estaba sintiendo.
—Niro…
Una voz frente a mí interrumpió todo.
El sonido me hizo paralizarme al instante.
Mi mente se nubló y, de repente, una oleada de pensamientos negativos y preocupación me golpeó con fuerza.
Tragué saliva y giré la cabeza lentamente hacia la persona que acababa de hablar.
Justo enfrente de nosotros, estaba Sakai.
—¿Podemos hablar? —preguntó Sakai.
Su voz sonaba amistosa y relajada, como siempre. Ese era el problema.
Me transmitía una sensación inquietante, un miedo extraño, porque sabía que detrás de su habitual sonrisa podía haber algo más. Desde aquel día, cuando nos escuchó hablar fuera del parque de atracciones, ya no es el mismo conmigo.
La última vez que hablé con Sakai sin barreras fue hace muchos años… antes de la tragedia.
Antes de convertirme en un completo mentiroso.
¿Es necesario seguir ocultando este dolor, o debería continuar con la mentira?
Mi mente se debatía en esas preguntas mientras tenía a Sakai justo enfrente, esperando una respuesta. Pero antes de poder decir algo, sentí un leve tirón en mi brazo.
Liz estaba apretándolo.
Giré ligeramente la mirada hacia ella. No me estaba mirando.
Tenía su rostro cubierto con mi brazo.
Lo entendí de inmediato. Ella tenía miedo de Sakai.
Puedo entenderla. Esta decisión es solo mía. No dejaré que ella tenga que decir nada.
Respiré hondo, tratando de mantener la calma, y hablé con un tono serio y controlado.
—¿Qué sucede?
Sakai se sentó frente a nosotros.
Su rostro aún mostraba esa alegría despreocupada, su energía de siempre. Pero algo no encajaba.
Esto me aterra.
¿Está intentando hablar conmigo porque sabe algo?
¿Está buscando respuestas?
Lo más probable es que sí.
Voy a tener que tener cuidado con mis palabras. Cada pregunta podría ser una trampa.
Para evitar que la conversación tome un rumbo peligroso, decidí ser yo quien hiciera la primera pregunta.
—Por cierto… ¿Eris no está contigo? —pregunté con aparente tranquilidad.
Esperaba verla con él, como siempre. Pero no estaba ahí.
Eso era extraño.
Sakai se tomó un segundo antes de responder.
—No… no quiere unirse a la conversación —dijo, con un tono más serio de lo habitual.
"No quiere unirse"…
No quiere hablar con nosotros. Eso es seguro.
Debe estar relacionado con lo que Liz le dijo en el laser tag… con la información que compartió.
Pero aun así, esto no me cuadra del todo.
—¿Por qué tanto interés en ella? —preguntó Sakai, su tono ahora más serio e inseguro.
Al escucharlo, me puse ligeramente tenso.
Pensé que era una pregunta casual… pero ahora me doy cuenta de que no lo fue.
Tiene sentido. Preguntar por Eris en este momento es sospechoso.
Tengo que recordar que Sakai y Eris comparten información.
Es muy posible que entre ellos ya estén planeando algo.
Tal vez ya saben más de lo que creo.
Sakai podría saber lo que Liz le dijo a Eris.
Esto se está volviendo peligroso.
—Bueno… como siempre estás con ella, pensé que vendría contigo —dije, intentando sonar relajado.
Sakai se quedó en silencio. Por unos segundos, su rostro no mostró ninguna reacción. Luego, como si hubiera presionado un interruptor, me lanzó una de sus típicas sonrisas amigables.
Eso me asustó.
Era la misma sonrisa de siempre, pero… se sentía diferente.
—Me alegra que estés bien… pero quisiera hablar contigo… a solas —dijo con su tono habitual, aunque conforme hablaba, su voz se tornó más seria.
En ese momento, sentí cómo Liz apretaba mi brazo con más fuerza.
No necesitaba mirarla para saber lo que estaba sintiendo. Estaba asustada.
Sabía que había cometido un error.
Y probablemente, yo podría cometer otro.
Pero no lo haré. No cometeré el mismo error que ella.
Me dije a mí mismo que estaba listo para hablar con Sakai. Después de todo… sigue siendo mi amigo, ¿verdad?
Con suavidad, pasé mi mano sobre la cabeza de Liz, intentando tranquilizarla. Luego, deslicé mis dedos hasta su mano y, con delicadeza, la aparté de mi brazo.
Cuando me puse de pie, Liz sujetó la tela de mi camisa.
Me miró a los ojos.
No necesitaba decir nada.
Su mirada me transmitía miedo y preocupación.
"Ten cuidado."
Le sonreí levemente, tratando de calmarla.
—Quédate aquí. Ahora vuelvo… ¿sí? —dije con un tono tranquilizador.
Liz asintió lentamente y, con cierta resignación, soltó mi camisa. Bajó la mirada y se quedó en la mesa, en silencio.
Sakai y yo nos pusimos de pie al mismo tiempo. Él hizo un gesto con la cabeza, indicándome que lo siguiera.
Lo hice sin dudar, pero con cierto nerviosismo.
Caminamos por un rato, hasta llegar a un árbol alejado del bullicio del campus.
Sakai se apoyó contra el tronco, cruzándose de brazos, con una postura relajada. Yo, en cambio, me quedé a varios metros de distancia, observándolo.
Él parecía seguro y sin miedo.
Yo… no tanto.
Pero estaba listo.
Entonces, Sakai habló.
—Niro… ¿nos conocemos?
Su voz sonó seria y tranquila, pero sus palabras me golpearon como una bomba.
No me lo esperaba.
No tenía mucho tiempo para pensar, pero intenté mantener la calma y evitar llenarme de pensamientos conflictivos.
¿Debería mentirle o decir la verdad?
Antes de la tragedia… conocía a Sakai.
Pero después de la tragedia… se suponía que no debía recordarlo.
Si quería seguir fingiendo mi "amnesia", la única respuesta posible era…
—Sí… te conozco —dije, con un tono neutral.
Sakai cerró los ojos y dejó escapar un suspiro, aún apoyado contra el árbol.
No supe qué pensar de su reacción. Parecía reflexionar sobre mi respuesta.
Entonces, noté algo extraño.
Su expresión… no era la de alguien que estaba probando mi memoria.
Era la de alguien que se sentía triste.
¿Mi respuesta lo afectó de alguna manera?
—Sabes… después de lo que pasó, todo ha sido más doloroso para nosotros… —dijo, con un tono melancólico.
Sus palabras me atravesaron el pecho como una daga.
No esperaba que se pusiera sentimental de golpe.
Me esperaba cualquier otra cosa, menos que hablara con tanta tristeza.
—Yo… lo siento mucho… —dije en voz baja.
No sé si lo dije por él o por mí.
Si no hubiera mentido, Landest ya no estaría con nosotros.
Nunca sabré cómo habrían reaccionado los demás si descubrieran la verdad.
Nunca sabré qué harían si supieran que Landest me hizo tanto daño ese día.
Pero mentí para protegerlo.
Y, milagrosamente, todos seguimos aquí.
No debo pensar que hice algo negativo.
Hice lo correcto.
Pero… duele.
Duele no poder ser el Niro de antes.
Sakai me observó con detenimiento y, tras unos segundos de silencio, preguntó:
—Tú… ¿por qué te disculpas?
Su tono era inseguro.
—No has hecho nada malo… ¿no?
Sentí un escalofrío.
Había hablado demasiado con arrepentimiento.
Mi intención era sonar neutro, pero en mi voz había demasiada culpa.
Quizás… Sakai lo notó.
Tal vez, sin querer, acabo de hacer que sospeche aún más.
Bajé la mirada, evitando su rostro.
Con una expresión seria y un tono bajo, murmuré:
—Bueno… si lo que dices es verdad… debí ser un gran amigo para ustedes, ¿no?
Sakai bajó la mirada y se quedó en silencio. No respondió.
Algo en su expresión me decía que no le gustó lo que dije.
Pero, técnicamente, fue la respuesta correcta.
Después de todo, el Niro que él conoce no debería recordar el pasado.
Sakai se separó del árbol donde estaba apoyado y dio un par de pasos hacia mí.
Mantuve la calma, pero mis músculos se tensaron sin darme cuenta.
No me miraba directamente a los ojos, pero su postura hablaba por sí sola.
—¿Hay alguna forma… de que pueda volver el Niro de antes? —preguntó con voz baja.
Y entonces alzó la vista.
Su mirada estaba cargada de dolor.
Cada pregunta que escupe es una bala que tengo que esquivar.
Pero esta vez… por un momento, pensé en dejarla atravesarme.
Me tienta mucho.
Quiero decirles la verdad.
Quiero acabar con esto.
Pero no puedo.
No debo.
No podré soportarlo por mucho más tiempo…
—No lo sé… —respondí, con un tono apagado.
Sakai no dijo nada. No me miró otra vez.
Pero pude notar que estaba nervioso.
Se pasaba la mano por el brazo, pensativo. Parecía estar conteniéndose de hacer algo.
Eso me puso aún más tenso.
Conozco a Sakai lo suficiente como para saber cómo se siente… pero me aterra la idea de que pueda hacer algo inesperado.
Retrocedí un paso, manteniendo mi expresión de mentiroso.
Estaba a punto de irme.
Pero en un último instante, le di una última ojeada a su rostro.
Fue mi error.
Sin darme cuenta, sin escuchar sus pasos, Sakai estaba justo frente a mí.
A centímetros de distancia.
Mirándome fijamente.
Su mirada era penetrante, intimidante.
Mi cuerpo se quedó paralizado.
No me había dado cuenta de sus movimientos. No sentí su presencia acercarse.
Pero ahora estaba ahí, mirándome directo.
El aire entre nosotros se volvió denso y opresivo.
Un escalofrío recorrió mi espalda.
Esto… es espeluznante.
Y luego, como si nada hubiera pasado, Sakai se dio media vuelta.
Me dio la espalda.
Se alejó un par de pasos, soltando un suspiro frustrado.
Pude escuchar la frustración en su voz.
Se rascó la cabeza y se estiró los brazos hacia el cielo, fingiendo relajarse.
Pero yo sabía que estaba actuando.
—Está bien… No quiero molestarte más, pero quisiera hablar de nuevo después, ¿está bien? —dijo, serenamente.
Su tono volvió a la normalidad, como si nada hubiera pasado.
Pero yo sabía que algo estaba mal.
Sakai sabía algo.
No tenía muchas opciones para responder.
Él seguía de espaldas a mí, sin mirarme, como si realmente estuviera dejando la conversación.
Pero esto no me tranquilizaba.
Me preocupaba lo que pueda suceder después.
—Sí… nos vemos —murmuré.
Me di la vuelta y comencé a caminar de regreso con Liz.
Tragué saliva.
El nerviosismo me invadía.
Esa conversación no fue normal.
No me esperaba para nada este tipo de charla.
Esto confirma lo que ya temía.
Nos están investigando.
Nos están analizando.
Nos están probando.
Nos están poniendo a prueba.
Me alegra no haber metido a Liz en esto.
Al menos por ahora… podemos estar tranquilos.
A solo unos pasos de la mesa, pude verla.
Liz seguía allí, cuidando mis cosas.
Mi mochila estaba sobre la mesa, junto con mi cuaderno.
Pero algo me llamó la atención.
Liz estaba escribiendo en mi cuaderno.
—¡…!
Liz se sobresaltó al notar mi presencia.
Cerró el cuaderno rápidamente y lo metió en mi mochila con torpeza.
Después, desvió la mirada con una expresión como si no hubiera hecho nada.
—Regresaste… —dijo con voz neutra.
Me senté frente a ella, aún algo confundido por lo que acababa de ver.
No me molestó.
No me importaba que revisara mi cuaderno.
Pero me sorprendió.
Esta vez, no evité su mirada.
La observé directamente.
Y entonces, solté las palabras que definirían todo.
—Sakai sabe cosas… —dije, con seriedad.
Liz se tensó de inmediato.
Su mirada se clavó en la mía.
Por un instante, noté una mezcla de tensión y culpa en su rostro.
Ella también entendió lo que esto significaba.
Sakai está cada vez más cerca de la verdad.
Y ahora, la pregunta era…
¿Cuánto tiempo más podremos seguir ocultándolo?
FIN
CAPITULO 29: UNA CHARLA LIGERA
ESCRITO POR STANTRACK