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Pablo llevó la furgoneta hasta la puerta de la casa y las chicas bajaron obedientemente, aunque cuando Pablo les dijo que las dejaba en buenas manos las chicas comenzaron a llorar, su presencia las tranquilizaba, algunas incluso después de una hora de viaje habían comenzado a cantar en el coche recuperando algo de la alegría, ahora su salvador parecía que se marchaba.

María se giró hacia Pablo, había sido la primera, e incluso le había ayudado con el resto, se sentía más segura que las demás.

"¿volverás?"

"Si, tengo más chicas que salvar, esos cerdos tenían otras dos casas, pero eso tendrá que esperar a mañana, esta noche tengo otras cosas, no te preocupes, Ana os cuidará"