—Maldición, solo me fui un rato, ¿y ya hay muertos de nuevo? Psicópata, ¡realmente eres un imán de desastres! —Perro Da Huang corrió de regreso y se sorprendió tanto de la escena frente a él que unos pocos pelos de su cola calva se erizaron.
—¿Hmm? —Han Liren miró y su rostro mostró sorpresa.
¿Cómo podía un perro tan ordinario despertar su espíritu y convertirse en una Bestia Espiritual?
¿Acaso el cielo hizo la vista gorda?
—Viejo tonto, ¿qué estás mirando? —Perro Da Huang habló de manera grosera—. ¿No has visto nunca a un perro tan espectacular como el jefe aquí?
—¿Hermano menor? —Han Liren miró a Shi Hao, su rostro lleno de signos de interrogación.
—Lo crié. —Shi Hao suspiró.
Tenía que admitirlo, de lo contrario, Han Liren podría simplemente matar a Perro Da Huang a continuación.
—Han Liren asintió, y por dentro, chasqueó la lengua en admiración. Fiel a la forma de su hermano menor, incluso la Bestia Espiritual que crió era tan extraordinaria.