Shi Hao se echó a reír, este avaro aprovechado por fin había aprendido su lección, ¿no?
—No te pongas tan presumido —se quejó Xu Zeqi.
—¿Por qué no? —preguntó Shi Hao.
—Humph, ¿crees que puedes mantenerte al margen de esto? —dijo Xu Zeqi.
Como para anotar sus palabras, un grito de mujer vino desde afuera:
—¡Shi Hao, sal!
Era la voz de una mujer, probablemente de la Alianza de la Flor Caída.
Shi Hao permaneció en silencio como si no hubiera oído nada.
—Shi Hao, sé que has vuelto, deja de fingir que no estás allí —volvió a llamar la mujer.
—Jeje —Xu Zeqi soltó una risa burlona.
Shi Hao lo fulminó con la mirada, lo recogió y luego salió por la puerta.
Ya que te gusta tanto reír, bien podrías unirte.
—¡Ey, ¿qué estás haciendo? —Xu Zeqi luchó emocionado; no quería ser golpeado de nuevo.
Aunque en principio los estudiantes de mayor rango no deberían ponerle las manos encima a los de menor rango, ¿quién lo mandó a buscar su propia muerte y confesarle a Weng Nanqing?