—¡Papá, ya estás en casa! —gritó Mengmeng al ver a Ye Chen.
Ye Chen la levantó en brazos y pellizcó su pequeña cara. No pudo evitar mirar a la señora en el sofá, incapaz de ocultar la sorpresa en su rostro.
La señora era Su Youwei, a quien había visto antes en la residencia Gu.
Al mismo tiempo, desde el sofá, Su Youwei miró a Ye Chen por instinto, levantando ligeramente sus cejas afiladas.
Tenía el cabello desordenado y rasgos que parecían ordinarios, que recordaban el tipo de tipo que no destacaría en una multitud. Tenía barba aquí y allá, y llevaba una camiseta de tirantes llena de agujeros…
Desaliñado, sin gusto…
Esa era la primera impresión que Su Youwei tenía de Ye Chen. Su expresión se volvió sombría como si alguien le debiera millones de yuanes.
—¿Exactamente qué poción mágica le dio a mi hermana en aquel entonces para que decidiera estar con él? No solo eso, incluso tuvieron una hija juntos —pensó Su Youwei con resentimiento.