Observando las estrellas con su hija

Después de dejar la Aldea Miao Blanca, Ye Chen bajó a la niña y preguntó de repente al ver que no había nadie alrededor:

—Mi amor, ¿te gustaría volar?

—Sí, sí quiero. Papá, ¿puedes hacer volar a Mengmeng? —Sus ojos se iluminaron de emoción.

Todos los niños sueñan con volar. Naturalmente, se debe a que el cuerpo crece. Sin embargo, eso no impide que los niños sueñen con volar.

Ye Chen pellizcó su redondita cara y sonrió misteriosamente:

—Claro, pero tendrás que darle un beso a Papá.

—No me mientas, Papá.

La niña hizo un puchero, pareciendo reacia. Sin embargo, de todos modos le dio un beso en la mejilla a Ye Chen. Luego le dijo con emoción en su rostro:

—¿Papá, ya puedo volar?

—Claro, cierra los ojos. Sólo ábrelos cuando te lo diga. Nada de mirar.

Ye Chen la cargó.

—Está bien, Mengmeng definitivamente no mirará. Las personas que miran son malas personas. —Mengmeng se cubrió los ojos con las manos, comportándose muy adorablemente.