—¿Es esa el arma de condensación de Qi legendaria de China? —La expresión de Kim Tiansheng cambió. Como un fantasma, esquivó la espada dorada.
—Así que, eres un gran maestro del Dao Marcial de China. No es de extrañar que hayas podido matar a mi nieto —dijo Kim Tiansheng.
—Pero, ¿y qué si eres un gran maestro del Dao Marcial? ¡Hoy, este lugar será tu tumba! —Resopló fríamente, y la túnica negra en su cuerpo de repente se agitó, como si hubiese una máquina de viento soplando continuamente sobre ella.
—¿Traje de cadáver? —Ye Chen frunció el ceño.
—No está mal, eres bastante conocedor. ¡Esto es un traje de cadáver! —Sonrió fríamente Kim Tiansheng.
—He matado a ochenta y una vírgenes durante las últimas décadas. Las desollé y las convertí en ropa que ha sido sumergida en un medicamento especial. ¡Este traje es invulnerable a las armas y al fuego! —continuó Kim Tiansheng.
—Hombre chino, ¡tu cuchillo no puede matarme! —En ese momento, su cara estaba llena de orgullo.