Estaba a punto de amanecer.
Los padres de Ye Chen se habían ido a la cama. Las dos niñas pequeñas, Mengmeng y Qianqian, estaban jugando afuera. De vez en cuando, escuchaban las notificaciones del juego de que sus compañeros de equipo eran asesinados tres o cinco veces.
En la habitación, Ye Chen miraba a Su Yuhan que estaba sentada en la cama, en shock. —¿Estás diciendo que mi madre está embarazada? —dijo incrédulo.
—¡Eso es imposible! —sacudió la cabeza.
—¿Por qué es imposible?! —Su Yuhan le lanzó una mirada irónica.
—¿Qué sabes tú, siendo hombre? Me sentía nauseabunda y mareada cuando estaba embarazada de Mengmeng. Siempre quería dormir y comer cosas ácidas. —Ye Chen la creyó un poco después de escuchar lo que ella decía. —Realmente no puedo aceptarlo —dijo entre risas y lágrimas.