¡Ven a mí, querido!

Después de que Jia se fue, Kent continuó su incansable búsqueda de un arco espiritual. Piso tras piso, se movió sin pausa, sus ojos escaneando cada rincón, su corazón decidido a encontrar el arma que resonara con su alma.

Encontró innumerables tesoros raros—armas espirituales, talismanes, objetos mágicos, cada uno radiante con energía potente y atractiva. Sin embargo, ninguno de estos despertó su interés. Su mente estaba únicamente enfocada en una cosa: el arco espiritual.

—Maldita sea... ¿por qué no veo ni un solo arco? —murmuró Kent al ver repetidas armas pero ningún arco.

Al avanzar al siguiente piso, una risita seductora resonó en sus oídos. —¿Me estás buscando? Jejeje...