Veinte minutos... literalmente desde hace veinte minutos, Kent está perforando la cueva de Eila en una posición de pie. Eila, que está bajo el efecto del placer supremo, completamente le dejó hacer lo que él quisiera.
Su trasero plano y ancho se adormeció por el dolor constante del impacto. Su cueva de agua ya le dio tres veces para ducharse en esa cueva. El líquido pegajoso que se roció por todo el cuerpo de Kent desprende un olor penetrante y dulce.
—Ahhh... —Eila, que lo abrazaba firmemente con las manos alrededor de su cuello, soltó un grito de dolor. Similar a Maya, una de las costillas de Eila se rompió. Tal como una pitón, las manos de Kent apretaban con fuerza el cuerpo de Eila contra su pecho.
El efecto de formar un vínculo con el espíritu de la diosa de la lujuria no le permite pensar con claridad.