Adiós [1]

Mientras Kent y la Tía Eila volaban alto en el cielo sobre el místico pájaro, el mundo debajo se les redució a un distante borrón. El aire era fresco y el horizonte se extendía infinitamente ante ellos.

—Kent —Eila comenzó, su voz firme aunque suave—, tu madre me envió a buscarte. No podrás regresar a este lugar por mucho tiempo. Entonces, ¿tienes algún asunto pendiente? —Eila preguntó mientras controlaba a la bestia mística.

Eila ralentizó el pájaro, cuyas alas batían más pausadamente mientras planeaban a través del cielo. Kent pensó por un momento, su mente recorriendo los recuerdos de sus amigos y su maestro. Suspiró, sacando su orbe celeste, un dispositivo que centelleaba con una tenue luz azul.

—Necesito contactar a mi maestro primero —dijo Kent, concentrándose en el orbe. Sus dedos danzaron sobre su superficie, y un suave cimbreo indicó que la llamada estaba conectando.