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Tang Zi, que había estado observando a Kent desde lejos, sonrió aprobatoriamente. Pero Kent sabía que su entrenamiento no había terminado. Aunque había dominado el hechizo, aún requería una cantidad tremenda de aura para mantenerlo. Podía sentir la tensión que ponía en sus reservas de aura.

Así, durante los siguientes tres días, Kent se enfocó en refinar su control sobre el hechizo Paso del Ciclón. Trabajó incansablemente para minimizar el consumo de aura, esforzándose por mantener la técnica con la menor energía posible. Cada vez que usaba el Paso del Ciclón, se volvía más eficiente, más en sintonía con el poder del dios de la tormenta dentro de él.

Durante esos días, el cuerpo de Kent experimentó una transformación. Sus venas, una vez normales, se habían vuelto de un color blanco impactante, relámpago, pulsando con energía cruda. Su piel se había vuelto pálida, casi translúcida, un reflejo de la furia de la tormenta que había absorbido.