¡Perdóname, hijo!

Silencio. Un silencio profundo y resonante llenó la cámara cerrada.

La señora Clark estaba de pie frente a Kent, su rostro surcado de lágrimas, los ojos hinchados de arrepentimiento y tristeza.

Kent, paralizado en su sitio, luchaba por comprender las palabras que acababan de escapar de los labios de su madre. La revelación se sintió como un puñal clavado en su corazón, retorciéndose con cada segundo que pasaba.

Por un momento, no pudo hablar, su mente enloquecida. Si esto hubiera sido cualquier otra persona, Kent podría haber mostrado su ira y furia. Pero ante él, estaba la misma madre que es la razón de su existencia.

—¿Por qué, madre? ¿Por qué hiciste esto? —finalmente logró decir, su voz temblaba con una mezcla de dolor e incredulidad. Sus puños se apretaron a su lado, nudillos blancos mientras intentaba estabilizarse.

La señora Clark controló sus lágrimas mientras él la miraba a Kent con arrepentimiento.