Después de oír lo que dijo Ghule, el rostro de Scott Lin se puso rojo de ira. Sus ojos se fijaron en el jefe de los sirvientes, Ghule. Sin dudarlo, la mano de Scott salió disparada, agarrando a Ghule por el cuello y levantándolo en el aire. Los ojos del sirviente se abrieron de terror mientras sus pies colgaban inútilmente en el aire.
—Maestro, ¡por favor perdóneme! ¡Solo estoy transmitiendo información! ¡Por favor, maestro! —La voz de Ghule se quebró de miedo, su cuerpo temblaba mientras colgaba del agarre de Scott.
El rostro de Scott se contorsionó de rabia y, con un gruñido, lanzó a Ghule al suelo como un trapo desechado. El sirviente golpeó el suelo con un golpe seco, jadeando por aire, su cuerpo estremeciéndose por el shock de casi encontrar la muerte. Scott no le dedicó otro vistazo mientras se dirigía hacia las estancias interiores del palacio, sus largos pasos resonando a través de los pasillos de mármol.