¡La Reina No Está Feliz!

La imponente Mansión Quinn se encontraba en el lado este de la Capital Real, una parte de la ciudad que estaba prohibida para el público general. Este era el suelo sagrado donde solo la Familia Real y sus más cercanos confidentes podían moverse libremente.

El dorado sol besaba los grandes salones y caminos de mármol se extendían por todas partes. El resplandeciente Palacio del Emperador, construido de Piedra del Sol Dorada, se alzaba imponente en el centro, brillando como una joya radiante contra el cielo que se oscurecía.

Dentro de los corredores del palacio del Emperador, Kuyya, una sirvienta con un prendedor de jade en forma de cabeza de serpiente, corría sin aliento. Su mano sujetaba los bordes de su vestido, levantándolo ligeramente para no tropezar mientras sus sandalias golpeaban contra los pisos pulidos.