Kent estaba de pie en la celda de prisión tenuemente iluminada, sus ojos afilados brillando con un poder silencioso mientras extendía su mano, colocando su dedo delicadamente en la frente de la Reina Soya.
Un tenue resplandor de energía surgió entre ellos, como un hilo invisible que la ataba a su voluntad. El cuerpo de la Reina Soya se estremeció en respuesta, su anterior dominio desvaneciéndose en una niebla de sumisión.
Sus párpados temblaron, y su respiración se entrecortó a medida que el calor del mandato de Kent se filtraba en su mente, torciendo sus deseos y reformando sus pensamientos a su voluntad.
—Sobre el Cristal Titán… —la voz de Kent era suave pero fría, como la calma antes de la tormenta. Inclinó ligeramente la cabeza, observando la transformación en su rostro mientras se convertía en una marioneta bajo su influencia—. Encuentra a todos los que sepan al respecto. Elimínalos. Sin cabos sueltos. Y no digas ni una palabra de esto a nadie.