—Mmm… mmm… —La Reina Soya intentó alejarse de su agarre. Pero Kent no le dejó escapar de su abrazo.
—Mmm... mmm... —los gemidos continuaron escapándose de la garganta de la Reina Soya mientras la mano de Kent hacía música con su desnudo trasero.
Sin importarle la lucha de la Reina Soya, Kent comenzó a azotarla bruscamente.
La Reina Soya, que entendió que su destino ya estaba decidido, comenzó a cooperar con él para cumplir su deseo tan pronto como fuera posible. Soya olvidó completamente que iba a tener bum-chick-bum en el frío suelo de la prisión.
Pronto ambos cayeron al suelo de la prisión, y Soya continuó sujetando su cabeza aunque estaban rodando de lado a lado. Kent empezó a desnudarla apresuradamente mientras ella rasgaba su camisa en pedazos.
Como leones hambrientos ambos comenzaron a dominarse mutuamente. Su posición se alternaba de arriba abajo pues ella no le dejaba tomar control.