¿¡Espíritu Prohibido?!

Kent se plantó frente al largo espejo pulido, con los ojos fijados no en su propio reflejo, sino en la figura desnuda de la Reina Soya, desparramada sobre la cama en un estado parecido al trance.

Las suaves sábanas de seda se aferraban a su piel mientras yacía allí, disfrutando del resplandor que la envolvía tras los placeres. Su pecho subía y bajaba rítmicamente, sus ojos cerrados, como si flotara en un mundo lejos de la realidad.

—Entonces, ¿averiguaste quién descubrió el cristal de Titán en la Ciudad de la Isla Muerta? —la voz de Kent rompió el silencio, su tono frío y autoritario mientras ajustaba su túnica. Su mirada permanecía fija en su reflejo en el espejo.

Los labios de Soya se curvaron en una sonrisa perezosa mientras sus dedos apretaban con fuerza el borde de la cama. Lentamente, abrió los ojos, su cuerpo aún vibrando por el placer que había experimentado.