La voz de Simón tembló ligeramente, aunque trató de ocultarlo con curiosidad. Su cuerpo aún se estaba recuperando de los latigazos autoinfligidos, su camisa pegada a su espalda empapada en sudor, las heridas cerrándose lentamente gracias a las runas curativas en su cinturón.
Alzó la vista hacia Jason, sus ojos parpadeando con una esperanza desesperada de que su padre tuviera un plan real esta vez. Un plan que finalmente se deshiciera de Kent.
Los ojos de Jason brillaban con una cierta satisfacción cruel mientras juntaba las manos detrás de su espalda y paseaba por la espaciosa cámara.
—¿Qué es, padre? Dímelo ahora —preguntó Simón con un rostro ansioso.
—Jajaja… Porque ahora, ese maldito Kent ha sellado su propio destino —respondió Jason, su sonrisa ensanchándose con un destello de intención maliciosa. Se giró para mirar a Simón, la emoción burbujeando en su voz como si estuviera a punto de revelar un delicioso secreto.